26 de julio, los argentinos recuerdan con emoción el 60 aniversario de la desaparición física de esa entrañable mujer, En Ella depositaron odios añejos y nuevos, por su condición de mujer en una sociedad machista y conservadora. Rechazaban ese discurso rupturista y de barricada; y su absoluta intransigencia por la Justicia Social. Para los militantes del odio, eso era resentimiento. Ese odio de sus enemigos la sobrevivió. Prohibieron sus fotos, su nombre y su voz. Dinamitaron toda su obra e hicieron desaparecer su cuerpo por 16 años porque le tenían miedo a la reacción popular. Pero tanta barbarie fue nula por el amor del pueblo, de sus “grasitas”, “descamisados”, los ancianos, los gurises y los obreros.

Evita es un sello que sólo dice “Amor y Rebeldía”.
Un 17 de mayo de 1919 nació en Los Toldos, provincia de Buenos Aires, una niña a la que bautizaron con el nombre de Eva María Ibarguren.
Más tarde, en el rincón más cálido de las emociones populares sería, como ella quiso siempre, simplemente Evita.
Nació mujer en una sociedad machista donde la mujer tenía solo destino de cocina y cama; y, además, nació en un hogar muy pobre. Cuenta Galasso que un 6 de enero, Evita recibió una muñeca con una pierna rota, que era lo único que habían podido traerle los Reyes Magos.
Probablemente de estas humillaciones brotó su rebeldía y su amor por todos los desamparados de la tierra; marginados de las instituciones; los explotados de los poderosos; las víctimas de la discriminación por genero. Durante toda su vida mantuvo una coherencia: “Tengo en el corazón un sentimiento fundamental, mi indignación contra la injusticia”. Evita nunca olvido su origen, por eso actuó con tanto amor por los pobres.
De Los Toldos, pasó a Junín y luego llegó a Buenos Aires, allí trabajó de artista de cine, teatro y radiofonía. En 1943 –antes de conocer a Perón- interviene en la creación de un gremio: la Asociación Radial Argentina, la que llegó a ser presidente. Este dato no es menor y por muchos fue olvidado. Le imputaban a Perón haberse casado con una artista o cosas peores, en vez de admitir que se une sentimentalmente con una gremialista.
Como ya es sabido, en enero de 1944 en el festival del Luna Park para recaudar fondos para las víctimas del terremoto de San Juan, lo conoce al Coronel y esto marca un hito fundamental en su vida. Le dio causa a su rebeldía, su indignación contra la injusticia y su vocación por una sociedad igualitaria.
A partir de 1946, se convierte en nexo entre Perón y los trabajadores. Ella va recabando las sugerencias de los estos últimos y se los transmite al presidente. Armando Cabo, uno de los principales dirigentes gremiales de la época diría “su tarea era fundamental como puente entre Perón y la clase trabajadora. En el armado policlasista del Frente Liberación Nacional, el general necesitaba ese contacto directo con la columna vertebral. Ella ya empezó a ser Evita.
Después de su viaje a Europa, vino al país para poner en marcha la Fundación, duplicando así la tarea social de apoyo al pueblo. Fue una tarea personal que ella asumió como propia. Ella sabía por experiencia propia que para los pobres siempre es tarde.
En este sentido, quiero contar tres anécdotas que pinta mejor que mil palabras.
Contaba su confesor, el padre Hernán Benítez: “no era beneficencia lo que hacía. Le llevaba remedios a un enfermo pero además lo besaba sin importarle sus llagas. Yo pastor de Cristo, daba un paso atrás para no contagiarme y ella me reprendía “no venimos a traer remedios, padre. Venimos a dar solidaridad, afecto al compañero que sufre”.
Otro día –continua hablando el padre Hernán Benítez- “íbamos en auto a la residencia cuando ella advirtió que en la puerta de un Banco una anciana lloraba. Hizo detener el auto y cuando se enteró que no le habían pagado la jubilación por una cuestión burocrática, entró ella al Banco y dijo bien fuerte en medio del salón: “¿quién fue el hijo de puta que le dijo a esta señora que viniera otro día?”. Y agregaba el padre: “por supuesto que cobró”.
Contaba el maestro Fermín Chávez lo que había vivido ese intelectual de fuste, nacionalista y muy católico llamado José María Castañeira de Dios. Relata que él estaba en la Fundación donde Evita atendía hasta altas horas de la madrugada y que era un lugar donde permanentemente llegaba gente con problemas de todo tipo o simplemente con los sueños rotos.
Una noche muy fría llega sola una señora, humildemente vestida y que tenía en las manos y en la cara llagas muy visibles. Castañeira tenía a su lado un medico y le preguntó qué enfermedad tenía esa mujer, a lo cual el médico le contestó que la señora tenia lepra.
El doctor se acercó a Evita y disimuladamente le dijo: “tenga cuidado señora, porque es leprosa”. Evita lo corrió con el brazo, se acercó a la señora, la tomó de las manos y le dio dos besos en las llagas. Contaba después Castañeira de Dios a su amigo Fermín Chávez que esa noche no pudo dormir y se cuestionó profundamente su cristianismo.
Eso era Evita. Nunca nadie, en tan poco tiempo dio tanto a tanta gente.
En esta tarea entregó su vida, cuando el cáncer comenzó a roer su cuerpo, siguió trabajando hasta altas horas de la madrugada –aún pesando 38 kilos- porque ningún argentino debía ser defraudado por una falta de respuesta.
El pueblo entendió ese amor desenfrenado. La oligarquita también, por eso el odio. “Viva el cáncer” escribieron en las paredes. Ella consumida por la enfermedad, dijo sus últimas palabras: “gracias Juan”.
Luego llego la Revolución Fusiladora y secuestraron su cadáver. Al devolverlo 16 años después en 1971, en Puerta de Hierro, abrieron el féretro y resultó evidente que la habían golpeado hasta quebrarle la nariz y hacerle un tajo profundo en el cuello.
Tal era el odio y como la contrapartida, la veneración de su pueblo. Perón solo dijo la palabra que correspondía a ese furioso ensañamiento clasista: “¡Miserables!”.
Más de medio siglo sin ella, pero siempre con ella. Evita para los trabajadores y descamisados; “esa señora” para sus enemigos, una leyenda y más tarde y para siempre un mito. Eterna en su dimensión de amor, rebeldía y justicia.



Jueves, 26 de julio de 2012