ORGULLO GOYANO
Karen, la joven kinesióloga que convierte en sonrisas la rutina de un asilo
A los 27 años, encontró en su profesión y el cuidado de adultos mayores una vocación que la define. Desde noviembre del año pasado, su voz dulce y paciencia infinita son un bálsamo para los corazones de quienes más lo necesitan.
Karen Noemí Gutiérrez, oriunda de Goya, tiene 27 años e irradia una luz especial desde su labor como kinesióloga en un hogar de ancianos en Corrientes. Desde noviembre del año pasado, Karen tejió un tapiz de ternura y dedicación en la vida de quienes más lo necesitan. Su paciencia infinita, esa sonrisa que desarma y una voz dulce son el bálsamo que reconforta los corazones de los adultos mayores, ganándose su cariño de forma natural y profunda.
El camino de Karen hacia la kinesiología no fue un sendero planificado, sino una idea que comenzó a resonar en su alma desde los 12 años, inspirada por el ejemplo de su madre, también inmersa en el ámbito de la salud.
Un día, presenciar una sesión kinésica despertó en ella una chispa de interés que compartió con su madre. "Algún día vas a poder estudiar esa carrera", le dijo ella, una frase que se anidó en el corazón de Karen y floreció al llegar al último año de secundaria.
Guiada por ese recuerdo y el impulso maternal, se inscribió en la Facultad de Medicina de la UNNE, sin imaginar que la vida le tenía reservada una vocación tan pura y gratificante. "Me desenvuelvo mucho con los adultos mayores, lo cual para mí fue un moldeado de la vida. No fue algo que yo tenía planeado, sino que la vida preparó para mí, y estoy muy agradecida por eso", afirmó en diálogo con República de Corrientes.
Un día típico en el hogar de ancianos, para Karen, es una aventura diaria, un lienzo en blanco donde cada momento se pinta con nuevas experiencias. No solo se siente feliz por el entorno, el personal, sus superiores y colegas, sino porque creó un vínculo profundo y placentero con la mayoría de los adultos mayores. Juntos, entre masajes, ejercicios de movilidad y variadas actividades recreativas, logran romper la monotonía, regalándose instantes de vitalidad y alegría. "Lo más gratificante, sin duda, son sus propias palabras", reveló. "Me tocó un grupo muy cooperativo donde a algunos de los adultos les gusta regalarme un abrazo, una sonrisa y muchas veces un gracias o incluso un ‘te queremos’". Son gestos sencillos, pero que resuenan con la fuerza de un amor incondicional.
"Creo que la sociedad debe mentalizarse o entender que la vida es así, que algún día ese adulto mayor seremos nosotros y que hoy es momento de dar lo que esperamos recibir el día de mañana"
KAREN NOEMÍ GUTIÉRREZ KINESIÓLOGA
El mayor desafío, según Karen, radica en la aceptación del paso del tiempo, en comprender que la vida avanza y el cuerpo cambia. Sin embargo, incluso ante las limitaciones que la edad impone, Karen encuentra belleza en la resiliencia de sus abuelitos, como cariñosamente los llama. Admira profundamente el compañerismo que surge entre algunos de ellos, por ejemplo, el de un grupito maravilloso de amigos que se entienden, se apoyan y se acompañan de una manera tan hermosa.
"Recientemente, la visita de estudiantes de un instituto y de un jardín de infantes fue un recordatorio de la importancia de la integración social, de valorar y escuchar a nuestros mayores, de recibir la sabiduría y el cariño que tienen para ofrecer", reflexionó.
Una frase que un anciano le regaló un día fue que "el mundo es de los audaces". Eso se convirtió en su mantra personal, un faro que guía su camino en momentos de miedo o inseguridad. Karen entiende que, a pesar de los múltiples estímulos que recibimos a diario, la etapa de la vida en la que se encuentran estos adultos mayores merece su mejor sonrisa. Aunque cada día pueda presentar sus dificultades, ella se esfuerza por llevarles un rayo de felicidad, resumiendo su impacto emocional en una sonrisa genuina.
"Creo que la sociedad en sí debe mentalizarse o entender que la vida es así, que algún día ese adulto mayor seremos nosotros y que hoy es momento de dar lo que esperamos recibir el día de mañana", resaltó, con profunda sabiduría.
"La Karen kinesióloga de hoy es el resultado de una transformación vital. Desarrollé una paciencia que me enorgullece, un carisma que inspira y cualidades que antes desconocía poseer", enfatizó. Su labor no es solo una profesión, es un acto de amor, un testimonio de que la empatía y la dedicación pueden iluminar hasta los días más grises, convirtiendo la rutina en una experiencia profundamente humana y conmovedora.
"Sin duda, mi vida dio un giro completo, desde aquella kinesióloga que era antes de comenzar a trabajar hasta la profesional que soy hoy. Experimenté un crecimiento personal y profesional que jamás imaginé. He desarrollado una paciencia que me encanta, una cualidad que se convirtió en un pilar fundamental de mi trabajo diario. Esta paciencia no solo me permite enfrentar los desafíos que surgen en el cuidado de los adultos mayores, sino que también me enseñó a valorar cada momento, cada sonrisa y cada historia compartida", desplegó.
"Esa energía positiva que trato de transmitirles es recíproca; ellos me llenan de alegría y enseñanzas valiosas. Nunca supe que poseía estas cualidades hasta que me vi inmersa en este entorno tan enriquecedor. Cada día es una oportunidad para aprender y crecer junto a ellos", agregó.
"Si pudiera esperar algo de la sociedad, creo que un gesto verdaderamente gratificante sería ver una mayor integración de los adultos mayores en actividades comunitarias, visitas y recreaciones. El simple acto de compartir más tiempo con ellos puede llenar sus corazones de felicidad por mucho más tiempo del que imaginamos.
A menudo, los adultos mayores pueden sentirse aislados u olvidados, pero al involucrarlos en la vida social y recreativa, les estamos ofreciendo no solo compañía, sino también la oportunidad de sentirse valorados y escuchados", concluyó.
Viernes, 18 de julio de 2025
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