Viernes  29 de Marzo del 2024
  
POR FREDY MIRANDA

La grieta de 1999 que atrasó a Corrientes por más de 20 años

Sin ánimo de ser un relato histórico la siguiente crónica es simplemente una visión en perspectiva, de una vivencia personal y comunitaria en clave periodística de los hechos que impactaron a los correntinos en 1999. El haber tenido como condimento no solo los intereses políticos y económicos de por medio, sino también el obligado encolumnamiento a determinado sector, hizo que la sociedad no pudiera liberarse de los relatos de esa época, y tomara partido, equivocadamente o no, por uno u otro bando. Nadie fue neutral en ese año, y el que lo era, quedaba excluido, relegado o debía irse. Yo lo hice.
Por Fredy Miranda –Corrientes, Junio de 2019




I - Las causas
Los acontecimientos políticos y sociales de 1999 en Corrientes no fueron un hecho nuevo en su historia, en una provincia que se caracterizó por profundos conflictos políticos palaciegos, si se puede llamar palacios a aquellos edificios públicos más parecidos a casonas coloniales en medio del rancherío de siempre.
En 1999 Corrientes ingresaba en su última crisis política que culminó como todas, en una intervención federal, como si el remedio constitucional fuera la solución de todas las cosas, cuestión que esta vez no fue la excepción: la crisis se profundizó.
Pero ese año no estuvo aislado de los anteriores.
Corrientes había sufrido ocho años antes una crisis política casi similar, en medio de los problemas económicos y políticos del país, con el advenimiento del menemismo y los últimos estertores de la hiperinflación. Una deuda galopante acarreada de los primeros años de democracia, dejaron siempre al descubierto la endeblez y dependencia del estado provincial de los recursos de la coparticipación federal, que como siempre, fueron escasos para el gasto fiscal de una provincia que nunca tuvo su propia solvencia.
Ya en pleno gobierno de Ricardo Leconte (1987-1991) los maestros habían ensayado marchas multitudinarias, con Graciela Scotto a la cabeza de la Asociación Correntina de Docentes Provinciales (ACDP), poniendo en vilo a la administración liberal que dependía exclusivamente de esos escasos fondos.
Una serie de negociaciones permitieron a las administraciones de José Antonio “Pocho” Romero Feris y Ricardo Leconte contraer deudas, empréstitos y bonos ofrecidos por la Nación para poder hacer frente a los compromisos salariales. Un alineamiento con la administración de Ricardo Alfonsín ayudó a sobrellevar no sin algunas peripecias la hiperinflación, y cargó las arcas de la gestión del Pacto Autonomista Liberal de lo necesario para encarar algún desarrollo, con los vicios propios del conservadorismo: el gobierno de amigos y el clientelismo político como práctica que nunca dejó de usarse para mantenerse en el poder por parte de todas las fuerzas políticas sin excepción.
Lo mismo ocurrió en las intervenciones federales subsiguientes de Durañona y Vedia, Claudia Bello y Santiago Ideler Tonelli, que sacrificaron Aportes del Tesoro Nacional (ATN) en los bolsillos hambrientos de los estatales correntinos, quienes fueron persistentemente a reclamarles en medio de las intrigas de poder entre el Pacto conservador y el PJ menemista, en casi dos años de una lucha electoral signada por un sistema arcaico de elección indirecta.




II - La deuda y la gestación de la grieta
Cuando Raúl Romero Feris - uno de los protagonistas del 99 y de una historia que aún no culmina - asume el gobierno en 1993, se encuentra con las arcas vacías y sueldos sin pagar dejados por la intervención federal anterior.
La buena amistad que tejiera con Carlos Menem, - quien fuera su más enconado adversario, - de inmediato a las tres elecciones en las que compitió con Alberto Di Filippo y al que el Presidente había apoyado, logró posicionar el tesoro provincial en mejor forma para iniciar un rápido proceso de recuperación. Una serie de medidas de contención del gasto público y un descuento compulsivo a los estatales del 25%, que luego fue devuelto, hizo arrancar la economía interna del Estado provincial.
Nuevos empréstitos con el Banco Mundial y el BID permitieron avanzar con las obras estratégicas, y a pesar de los cimbronazos de las crisis internacionales como el “efecto Tequila” y el “efecto Caipirinha”, en alusión a las devaluaciones producidas por la caída de las Bolsas de México y Brasil respectivamente, pudieron dejar un panorama un poco más ordenado en lo que a funcionamiento del Estado se refiere.
Claro que por esos tiempos ya se vislumbraba lo que se vendría hacia el final del siglo: el comienzo de los vencimientos de la deuda pública de la provincia, aquella contraída en la década pasada por el PAL y las intervenciones, y que comenzarían a operar en 1999 con el aval de la coparticipación federal.
Si no ingresaban fondos frescos de otras fuentes, Corrientes entraría en default total, como finalmente ocurrió en el primer semestre de ese año. La población no era consciente de ello y en su gran mayoría la desconocía y no se imaginaba, por ende, de los efectos.
Esta circunstancia hacía imperioso refinanciar las deudas, renegociar los bonos externos o venderlos a buen precio, de tal manera de afrontar las acreencias externas sin afectar el goteo federal que por ese entonces, en el último período menemista, se preveía como de inminente colapso.
En toda la historia correntina se ha sucedido una constante cual es la anticipación a las crisis nacionales. Así como ha ido en contramano de los hechos en el país, también lo fue como anticipo de lo que luego ocurriría en la Nación.
Un solo ejemplo basta para graficar. El Correntinazo de 1969 con la muerte del estudiante Juan José Cabral y el levantamiento de los claustros universitarios contra el régimen de Onganía, sería la antesala del levantamiento del Cordobazo meses más tarde, con la incorporación de las masas de trabajadores a la protesta social que terminó en el fin de la dictadura militar de la Revolución Argentina años después.
De la misma forma, el colapso económico institucional de 1999 en Corrientes tuvo su correlato nacional más tarde en el 2001, con la salida intempestiva del gobierno de Fernando de la Rúa.




III- La grieta y el golpe
Si bien todo se cocinaba a fuego lento como un proceso económico que debía ser solucionado o eclosionaba en crisis social, la volatilidad de la economía hacía prever que si no se tomaban urgentes acciones antes de 1998, Corrientes corría peligro. Lo peor al fin de cuentas, terminó ocurriendo.
Precisamente, a sabiendas de esa situación, se fue gestando un golpe de estado desde la oposición a Romero Feris, que por ese entonces no tenía mayoría en las cámaras legislativas tras sus encontronazos con los sectores conservadores del Pacto Autonomista Liberal y un acompañamiento colateral de sectores rebeldes del PJ.
Tras su triunfo por más del 70 % del electorado en la Capital, y luego de una aplastante segunda vuelta impulsada por la muerte del candidato Rubén Darío Casco en plena campaña, curiosamente culminó con un gobierno sin fortaleza política, como lo fue el de Pedro Braillard Poccard que asumiera en 1997 sin el respaldo legislativo necesario para imponer su mayoría en las cámaras.
Siguiendo una vieja estrategia de manual, las fuerzas conservadoras atacaron por venganza por el lugar más débil: a Braillard Poccard en su cargo y a la economía, en su base.
Visto desde la oposición aparecían como puntos débiles de la nueva administración la pertenencia política de Braillard a un Partido Nuevo con cabeza en la Municipalidad de Corrientes donde residía el jefe político Raúl Romero Feris; y los bonos de deuda que se pretendían negociar en Estados Unidos para oxigenar el Tesoro. Recordemos que era la deuda de arrastre que desde 1983 -y de antes también- estaba a punto de vencer, y era una espada de Damocles sobre las gestiones subsiguientes. Unos 1.400 millones de dólares que debían reprogramarse sí o sí.
Meses antes una carta del presidente del senado correntino, el liberal Luis María Díaz Colodrero a los interesados compradores internacionales de bonos de la deuda, diciendo que la Legislatura no iba a convalidar su negociación, echó por tierra la misma, por lo que el gobierno y el futuro quedaron descalzados e indefensos para intentar una proyección a futuro, si no ocurriera una negociación urgente con la oposición que, consciente de su poder, se cerraba sobre sí misma.
De allí, al conflicto social no había más que un paso, pues al no haber fondos en la provincia, cooptados por el aval que se había dado de la coparticipación federal, la sequedad de las arcas correntinas era un hecho en 1999.
Todo fue premeditado, era previsible, y todos los actores políticos estaban al tanto del proceso que se había lanzado: la toma del poder por parte de la oposición por fuera de las elecciones, en venganza a la pérdida del mismo que habían sufrido al desprenderse Raúl Romero Feris del status quo que gobernó durante décadas, y al alcanzar la preferencia de más del 75 % del electorado en 1997.
A la vez, venganzas personales como la del dirigente justicialista Rodolfo Martínez Llano, al que años antes Raúl Romero Feris lo había denunciado en un caso de pedido de coimas para aprobar un crédito del Banco Mundial para obras públicas, - y que finalmente fue aprobado por la bancada del PJ previa expulsión del diputado -, y un encono abierto con la cúpula del Partido Liberal, y con su hermano José Antonio Romero Feris del Partido Autonomista, por haber alejado del poder a los políticos tradicionales y a sus intereses con empresarios de la “cementocracia” vernácula, representada por quienes habían sido excluidos de las obras públicas más importantes del Estado, por acusar sobreprecios.
A la crisis que se veía venir, se sumó un año de grandes inundaciones que azotó a la región, con crecidas de ríos, abundantes lluvias y la consiguiente destrucción del potencial productivo de la provincia, la caída de la economía nacional, un recambio institucional en el país que dejaba grandes incertidumbres y al final, una Argentina devastada por la deuda pública contraída por la Nación y las provincias en el menemato, que anticipaba años difíciles, como finalmente sucedió en 2001.


IV – 1999, la hora de la venganza
Hasta aquí, es evidente que los acontecimientos de 1999 no fueron aislados sino parte de un largo proceso que comenzó a tocar fondo ese año.
Aquellos que veían la oportunidad de tomar venganza y hacerse del poder, antes de perder completamente la oportunidad de su pertenencia, decidieron incursionar por ese lado más débil.
En los primeros meses de 1999 comenzaron los primeros cabezazos. Los pagos a proveedores se venían atrasando desde el año anterior, se disminuyó el ritmo de obras públicas sin financiamiento y se priorizó el pago de sueldos estatales.
En el segundo trimestre comenzó el pago a goteo de las escalas salariales cada vez más espaciadas. Veinte millones de pesos se descontaban por mes de la coparticipación federal a Corrientes, representando más del 80 % de sus ingresos.
Hasta que, desde mayo en adelante, el retraso se hizo incontrolable. Primero un mes, luego dos y hasta se llegó a adeudar cuatro sueldos cuando ya el gobierno había caído en manos de la Coalición.




V - La Coalición
El entramado político golpista se fue tejiendo entre varios sectores, pero en dos determinantes: el político-clerical y el síndico-estatal. En este último podemos hallar al frente judicial encabezado por algunos jueces, el SITRAJ y ATE.
Por un lado, el político teniendo como cabeza a Pocho Romero Feris, Ricardo Leconte, Rodolfo Martínez Llano y algunos sectores del peronismo y el radicalismo como central de comando, al que luego se sumaron con menor participación en el reparto, algunos de la izquierda vernácula. No hay que soslayar a la cúpula local de la Iglesia en la Capital, que de la mano de Monseñor Domingo Salvador Castagna se inclinó por los sectores sindicales, y que luego que no recibiera fondos estatales de sueldos de las escuelas católicas subvencionadas por el Estado, apoyó desde atrás a la rebelión a través de la figura del cura Jorge Scaramelllini Guerrero Leconte Reina, a la sazón representante de las mismas.
La dirigencia del PJ tardó en sumarse, más bien atenta a los mandatos que venían desde la Casa Rosada, y que en Corrientes seguían las instrucciones de su presidente Ángel Pardo. Menem sostuvo a Tato, aunque el Presidente venía ya falto de fuerza política y económica.
El núcleo duro de la política sumó al sindicalismo descontento con la pérdida de los fondos a los que accedían mediante los descuentos automáticos en los sueldos de los estatales, desfinanciados y sin posibilidad de maniobrar para actividades sindicales. Fueron los primeros en iniciar las marchas envalentonados por algunas medidas nacionales: la histórica y persistente Carpa Blanca de Ctera la tomó Suteco en la provincia, ATE regida por los problemas entre la CGT y la CTA, asumió su rol opositor, y otros gremios menores sumaron banderas y organizaciones a lo que después fue la llamada “Plaza de la Dignidad”, adonde abundaban las carpas, las ollas populares, y los debates con alto contenido político, en un año que era también electoral. De hecho, todos los políticos de la oposición compartían horas con los acampantes. Tras el desprestigio del Gobierno de Coalición y al no poder cumplir sus promesas terminaron alejándose cada vez más del predio de la Plaza 25 de Mayo.
No hay que olvidar que el enardecimiento surgió en esos ámbitos. En vez de calmar y aportar a la paz social, los actores fueron subiendo el tono. A cada acción sobrevino una reacción, más fuerte y acalorada. No había ámbito adonde no se obligara a tomar postura por uno u otro bando, y los correntinos sufrieron una grieta que terminó despedazando amistades, familias, círculos y lugares que deberían ser de encuentro.
En solo seis meses de esa gestión se sucedieron los más enconados enfrentamientos, la lucha del nuevismo por recuperar el gobierno, y la represión y persecución constante, el encarcelamiento de dirigentes naranjas y la lluvia de causas penales que cayeron en dos juzgados habilitados al efecto: el de Mario Payes y el de Juan Manuel Segovia, indicados para recibirlas e impulsarlas.
La mayoría prescribieron por el paso del tiempo, otras terminaron en sobreseimientos en los tribunales superiores y algunas, las menos, continuaron su marcha con condenas que nunca quedaron firmes.
Nuevamente Corrientes estrenaba un anticipo: la misma catarata de causas judiciales contra ex funcionarios se repetiría 15 años después en la nación contra el Kirchnerismo, con razones válidas o no, pero siguiendo un mismo parámetro: el uso de la Justicia como ariete político.

VI- La grieta correntina del 99
La grieta lo rompió todo. La necesidad económica dejó sin horizonte a los más débiles empleados públicos, y muchos se refugiaron en el misticismo para hallar una solución a sus angustias económicas, tanto que acudían a las imágenes religiosas y rezos como única esperanza.
Pulularon las casas de préstamos y los que tenían alguna regularidad en sus ingresos terminaron siendo garantes de empréstitos para sus familiares que se quedaban sumidos en deuda, generando un encadenamiento de obligaciones y trasladando la crisis a otros sectores de la economía.
El atraso de sueldo de un mes tan solo ya significaba tasas de interés en las surgentes tarjetas de crédito, y la toma de préstamos implicaba de hecho no poder pagarlos al sumarse más meses atrasados, lo que acrecentaba el agujero negro de las familias. Con cuatro sueldos sin cobrar, la vida de muchos quedó más que afectada por años.
La violencia se apoderó de algunos. De la verbal en alguna radio que arengaba a los manifestantes opositores, se pasó a la acción de grupos de choque que apedreaban casas, apretaban a los maestros que no se sumaban al paro, amenazaban a los que no tomaban partido, y rompían y atacaban lo que significaba algo del otro bando.
Todos estaban obligados a tomar partido, y si no a callar o marcharse.
Es lo que también viví. En esos tiempos alejado temporariamente de mi profesión y ejerciendo un cargo público, me tocó ver sin neutralidad a las masas arrojarse entre sí. En la Plaza, en la Legislatura, en una reunión de padres de una escuela, hasta que recibí una alerta de dos colegas:
-” o te quedás quieto y no decís nada o te armamos una causa”, me dijeron mi amigo Daniel Bruno y su compañero Gustavo Ojeda, del grupo de Martínez Llano, en la esquina de San Juan y Quintana, tras avisarme que yo “estaba limpio de antecedentes” y no debía temer . “Pero, adonde levantás la cabeza….” me susurraron.
Una jornada signada por bombas de estruendo de sindicalistas dentro de una escuela adonde iban mis hijos, me decidió a que los sacara de Corrientes y los enviara a Misiones a continuar sus estudios.
Tras los acontecimientos del ataque a Radio Sudamericana, que fuera irrumpida por una horda descontenta con Natalio Aides, y en medio de una zona liberada por la Policía, cuyo jefe era el Comisario General Amadeo Smirt Amarilla (ascendido saltando varias jerarquías al máximo cargo, purga policial de por medio) opté por abandonar también yo a Corrientes, y volver a mi ciudad natal para trabajar allí, aunque retornaba periódicamente a la ciudad pues seguía cubriendo los hechos que acontecían para LT 4 Radiodifusora Misiones, donde era director el señor Julio Burna, luego Subsecretario de Información Pública en los gobiernos de Ricardo Colombi y a la fecha.


VI – Camino al golpe de 1999
Del lado del gobierno en crisis, si bien lidiaban con tratar de obtener fondos extras del gobierno nacional para satisfacer la sangría que se iba produciendo por los descuentos a la Coparticipación por parte de los bancos acreedores, los gestos políticos no alcanzaban y por el contrario enardecían los ánimos. Renunciaron algunos ministros, se cedía a pedidos en las cámaras, pero desde la oposición iban por lo innegociable: la no obediencia al líder naranja Tato Romero Feris.
Las marchas y movilizaciones multitudinarias del partido oficial dejaban en evidencia el estado de nerviosismo que generaba tener a la oposición ganando las calles. El enclave de la plaza 25 de mayo fue precedido días antes (el 20 de mayo) por una intentona similar en la plaza homónima de Resistencia, adonde el gobernador radical Ángel Rozas arrojó de la misma a los manifestantes con palos y gases lacrimógenos. La acción había traído severas advertencias y reproches desde la Nación por lo salvaje de la represalia. Una acción similar en Corrientes, podría haber tenido peores consecuencias políticas a un aliado del gobierno nacional.
Por un lado, eso. Por otro, la falta de reacción eficaz a una cuestión política y económica, la falta de negociadores u operadores políticos para mantener el avance golpista en las cámaras hacia los legisladores del PJ y del PL en pos de mantenerlos en el redil oficialista, la virulencia del discurso en las sesiones, y las reacciones de los grupos de choque armados desde la vice intendencia capitalina de seguidores de Lucía Ortega, no ayudaban a un clima de pacificación, sino que ensancharon el enfrentamiento que tendía a generalizarse.
Unos y otros foguearon el desastre. La policía finalmente cayó en la rotura de la cadena de mandos. Con órdenes contradictorias, en algún momento los mandos medios se negaban a actuar reprimiendo. La posibilidad y avidez que generaba un cargo superior al que acceder si cambiaba el gobierno alimentó la interna policial, y meses más tarde pasaron algunos de Comisarios a Comisarios Generales, desplazando a toda una camada de oficiales de por medio.
Algunos jueces con filiación política anterior tomaron partido. La mayoría provenían del Pacto y a él respondieron. Salvo el Superior Tribunal que supo mantener su neutralidad muy pocos no sucumbieron a la ola golpista.
El senado provincial fue el ariete institucional. Con Rubén Perié (amigo íntimo de Martínez Llano) y sus ganas de ser gobernador el PJ quedó dividido. Tuvieron que bajar mediadores como el pampeano Rubén Marín, enviado por el Consejo Nacional Justicialista, para tratar de frenar la embestida contra el gobernador.
Pero las negociaciones no avanzaron. Algunas sesiones hasta debieron realizarse en la Jefatura de Policía, adonde concurrió el gobernador, no sin antes pasar por el medio de la Plaza y recibir insultos y piedrazos.
Allí le exigieron que renunciara a continuar bajo la influencia de Romero Feris, o le bajarían el pulgar e iniciarían el proceso de juicio político y destitución de la fórmula gubernativa.
Se blandieron armas por parte de los políticos. Rodolfo Martínez Llano exhibiendo un arma en la cintura, y del otro sector el diputado “Chingolo” Díaz Colodrero (PJ) también con un arma en puño, mostraba el grado de arrogancia e insensatez que se rondaba. Hasta decían que había un arsenal en la Legislatura y por primera vez en la historia se allanaron despachos de diputados por sobre sus fueros en busca de armamento, sin ningún éxito. No hubo enfrentamientos armados por poco. Pero sí hubo una cabecera de playa previa a una de las sesiones que intentó el PaNu, que fue resistida por los anteriores ocupantes y no terminó en tragedia de milagro.


VII- La espiral de la Violencia
Intentar una secuencia de los hechos es describir solo una espiral de violencia que iba creciendo día a día, azuzada por los enfrentamientos de políticos en los micrófonos y diarios, la presencia de manifestantes en las calles y el paso de los días con el atraso de los sueldos. La operación “toma del poder” pergeñada años antes por la oposición iba dando resultados y el gobierno se deterioraba día a día.
Al faltante de los sueldos se le endilgaba una sola causa por parte de los golpistas: “se robaron todo”. Así, desde Tato para abajo aparecieron funcionarios y militantes en listas de ricos hechos supuestamente con dinero del Estado. Se presentaron las primeras causas de enriquecimiento ilícito, de asociación ilícita, y se iniciaron procesos penales contra funcionarios nuevistas. Contaban con el aval judicial del SITRAJ, convertido en facilitador de los trámites en los estrados, y más tarde colaborador íntimo del juez Mario Payes, asumido al cargo tras una maniobra política mientras era funcionario del gabinete de Rubén Perié, y nombrado por éste usando su doble calidad de gobernador y senador a la vez, pues ejerció los dos poderes para su nombramiento, algo prohibido por la Constitución y el principio de la división de poderes.


VIII-La caída
El golpe de mano lo dieron los sindicatos, presentando un pedido de juicio político al gobernador primero, y al vice después. Antes habían hecho lo mismo con tres ministros, la de Hacienda Zunilda Míguez, el de Salud, Juan Pedro Schaerer, y la de Educación Lidia Romero Feris de Cotelo. Éstos terminaron renunciando para no caer en el escarnio de un juicio político.
Entre los primeros firmantes figura alguien que luego llegaría a ser vicegobernador 15 años más tarde: Gustavo Canteros de AMET, gremialista que el mismo Tato Romero Feris había ayudado a consolidar tras el traspaso de las escuelas técnicas nacionales a la provincia. El motivo: el recorte de aportes sindicales.
Así, el movimiento de pinzas político-sindical, logró sumar los votos necesarios con el apoyo de un grupo de acampantes de la Plaza, para iniciar los días del juicio político a Pedro Braillard Poccard y al vice Víctor Hugo Maidana por “falta de idoneidad” y varios delitos contra la administración pública. Los que contribuyeron al golpe fueron 18 diputados de los 26: seis legisladores justicialistas, siete del Pacto (tres liberales y 4 autonomistas), cuatro radicales y uno del cavallismo.

De nada sirvió la defensa jurídica y argumentos de ambos en su defensa. Los votos necesarios estaban y se los suspendió en el cargo el 19 de junio. Ese año no hubo acto popular del Día de la Bandera. Hacía rato el paño celeste y blanco de la Unidad de los argentinos, había sido arriado en Corrientes.
Tras ello, y al asumir Perié, se ordenó la inmediata intervención de la Municipalidad de Corrientes y de su ocupante que había llegado allí por una cantidad histórica de más del 75% del electorado con el dominio absoluto del Concejo Deliberante.
Tato quedó internado en el Instituto de Cardiología el 4 de julio, adonde una comisión policial fue a ponerlo preso por una orden del juez Juan Manuel Segovia, emparentado al Partido Autonomista anteriormente. En esa condición fue trasladado para su recuperación cardíaca al Sanatorio del Norte adonde quedó alojado con prisión preventiva hasta su envío por casi tres años al Escuadrón 48 de Gendarmería Nacional. Desde allí se convertiría en el feroz opositor a la Coalición, a la que venció en las elecciones de octubre. También se impuso a la posterior elección convocada por la intervención federal de Ramón Mestre y Oscar Aguad, y extendería su enfrentamiento en elecciones de doble vuelta con Ricardo Colombi, quien le birló la gobernación en 2001. Una historia de alter egos que se extendió por casi veinte años después, con condenas judiciales anunciadas y digitadas, y amenazas de encarcelamiento que luego se cumplieron.
Claro que con el advenimiento del Gobierno de la Coalición, una feroz persecución a todo lo que se emparentara con el “nuevismo”, y cuya pertenencia significaba ser parte del “régimen”, y por lo tanto ser excluido de toda ayuda estatal, y lo que es peor plausible de ser denunciado y encarcelado, dejó una grieta insondable en muchas personas que por el solo hecho de haber tenido alguna vinculación “naranja”, pasaba a por lo menos tener lepra.
Esta admonición se extendió por más de una década, y aún hoy sigue siendo una mácula con la que algunos sectores políticos, cada vez menos según transcurren las generaciones, miran al nuevismo.
Se iniciaron causas penales por doquier contra ex funcionarios, militantes y simpatizantes. Se echó del trabajo por un decretazo a más de 10 mil empleados públicos nombrados por la anterior gestión, y se pauperizó el campo, la producción y todos los emprendimientos de índole social, solo por tener el signo opositor. Las listas negras no permitían ningún tipo de supervivencia, y mucha gente terminó emigrando a otras provincias en busca de un mejor horizonte que en su propia tierra.
No solo cayó un gobierno. Cayó la democracia, y se perdieron 20 años, en los que aumentó la pobreza, proliferaron los asentamientos, las tomas de tierra y el crecimiento de las villas miseria, cayeron los índices de la producción y se estancó el desarrollo provincial.


IX – El desastre de la Coalición
Los sueldos no se regularizaron durante la Coalición como esperaban desde la Plaza con el cambio de gobierno. La reticencia de un Menem en retirada a enviar más fondos a un agujero negro como era Corrientes, hizo que siguieran atrasados.
Se acusó de ello entonces a la anterior gestión: “es la plata que se robaron”, decían para justificar la falta de efectivo en las arcas, mientras se nombraba un triunvirato por cada cargo público. En la Municipalidad de Corrientes intervenida por la Legislatura se colocaron tres interventores: Uno del Pacto, otro del PJ y otro de la UCR, en simultáneo, y así en cada organismo. La Coalición fue por los los cargos del poder más que por la solución de la situación desesperante de la población quebrada económicamente.
Esto se extendió por un período que llegó a su fin en Diciembre con el advenimiento de la Intervención Federal, pergeñada desde la UCR y el gobierno de Perié, y para cortar una salida “a la correntina” en la nueva composición de la Legislatura luego de las elecciones de octubre.
En el interregno de la Coalición y en medio de la crisis económica y las persecuciones, se paralizaron todas las obras públicas, se detuvo la asignación a servicios esenciales, y se postergó todo avance o proyección a futuro.
Todos recuerdan el pase de grado o año por decreto a los escolares afectados por los meses de paro docente. Algo que impactó fuertemente en el nivel educativo de los estudiantes y se notó años después en sus rendimientos académicos.
Fueron meses muertos para el desarrollo provincial, y en tan solo cuatro meses, se retrocedió dos décadas, que en materia de desarrollo fueron cincuenta años.
Así y todo, los tiempos electorales apresuraron los alineamientos, y curiosamente, el candidato a presidente del PJ Eduardo Duhalde recibió el apoyo del nuevismo y de Perié al mismo tiempo, en las presidenciales de ese año.
Para octubre ya se sabía que Fernando de la Rúa sería el nuevo presidente y se agilizaron los tiempos para hallar una solución a la correntina, con una nueva Coalición en un nuevo escenario político con gobierno radical.




X – El anticipo del 2001
Al no haber ya los números para la destitución de Braillard Poccard y de su vice, y con el ánimo de no dar marcha atrás, sumado al fracaso económico del gobierno de Perié, en diciembre se tejieron soluciones vía la nueva composición de la Legislatura, y la posibilidad de armar un nuevo gobierno que retomara los hilos de la provincia, con la presencia del nuevismo en el nuevo esquema de poder.
No hizo falta. Perié abrió las puertas a una Intervención Federal, se retrasaron más los sueldos, lo que enfervorizó a los acampantes que sobrevivían aún en la Plaza 25 de Mayo e hizo que se posicionaran cortando el Puente General Belgrano.
El nuevo gobierno nacional vio la oportunidad: Un 17 de diciembre reprimió ferozmente con la Gendarmería, desde la Coalición saliente se armaron grupos de choque y las balas silbaron en una noche oscura, la que precedió a la llegada con mano dura del ex gobernador perdidoso en Córdoba, Ramón Bautista Mestre y una camada de cordobeses, quienes arribaron al fin del 99 con las promesas de las arcas llenas. Lo que no dijeron, es que venían por todo, para dejar papelitos de color marrón sembrados en toda la economía representando a un gobierno que se moría antes de comenzar.
Pero esa es otra historia, otro siglo y otro escenario, que iba a ser peor, CECACOR mediante, y que culminó con un gobierno nacional que huyó en helicóptero, casi al igual que la Coalición que gobernara Corrientes en ese fatídico fin de 1999.



Sábado, 22 de junio de 2019


 


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